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jueves, 8 de octubre de 2009

Aprendiendo a escribir

La oportunidad que tuve para escribir no fue precisamente en una hoja, con pluma y tintero. No fueron los sueños que se tornan dentro de la palabra, o de las ideas saliendo recién del horno. Solo los días en una carpeta de colegio estatal,donde sus tizas de vetusta forma se enlazaban con mi mente.Una pared de plancha verde, simulando una pizarra agotada de ideas contrastadas, de equívocos, de corazones dibujados y partidos, de transcripciones de oblicuos libros denostados por los ácaros.Posiblemente no tuve la ocasión de amurallarme en la aventura de creer en la palabra de un mudo relator, de aquel que me enseñaría con los años a aprender los sintagmas de la vida. Quizá,y en un principio, no le pude agradecer, pero ahora le digo con mis dicciones que amo su mudeza, su carisma para darme lo que nunca pude devolverle.Gracias libro.
No puedo olvidarme de las comas de mis puntos suspensivos, y que mi suspendida vida no se halla entre paréntesis, sino que son la tilde de todas mis atómicas ideas de la esperanza de mis comillas atinadas.
Un lugarzuelo de sótano, donde el moho se confundía con el polvo de mis maletas llenas de hojas muertas, tuve mi primer contacto con la escritura. Con ni si quiera tener una pluma de escritor, supe que mi mente escribía para mí, por mí y en vez de mí. El amour en aquella simulante de aquel sótano me mudó a la azotea del cielo, aquel cielo donde los hombres creen llegar con la modorra de la última frase de las ideas.
Aprendí a escribir cuando aún no era ni pez ni un gran tiburón. Solo aprendí cuando fui la tinta de mis propios arquetipos, de mis propios credos. De todo lo que nunca pensé, de lo que nunca escribí. Y escribir no es la transfusión de tu mente y una hoja pálida; escribir es palidecer, lividecer, empalidecer todo aquello que te brinda la imaginación, de todo lo que te ofrece la realidad.
Cuando eres un nouveau de las pequeñas frases, aprendes a que la pila de tus libros solo se posan para ocultar los párrafos de tu realidad, de otras realidades. Sin embargo, a este matrimonio, donde no hay firmas sino palabras, no le queda más que la costumbre de enamorarse una y otra vez más; y sin que nadie le diga nada, solo deben enfrascarse en el deseo de tener una voz en las cuerdas vocales del mudo relator.Del mudo que me engrandece con su voz aguda y silenciosa.
Aprender a escribir nos cuesta, no es tan fácil escribir haciendo tres cosas a la vez: sientiendo, amando y pensando. No sé si mis palabras nazcan con la ayuda del aprendizaje, solo sé que están ahí, donde los olvidados rezan ser recordados con el alma, con el corazón. Y así aprendí a escribir, no solo con palabras en un la hoja pálida, o en los mudos relatores que nadie les reprocha nada, pues son lo único por lo que el ser humano vive.
Así, y con toda el alma, no dejaría de escribir, y aunque la vida me arranque las manos, siempre habrá el alma quien escriba por mí, para mí y en vez de mí.

hasta más vernos...

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